lunes, 6 de agosto de 2012

El origen de la tecnología "extraterrestre"

Torpedo aéreo dirigido por radio
La rendición francesa en Sedán, en 1870, con la que terminó la guerra Franco-Prusiana, marcó una línea divisoria en la actitud germana frente a la ciencia. El príncipe Otto von Bismarck, tras unir una docena de ducados y reinos independientes, que darían lugar a la nación alemana, y pese a su inferioridad militar, venció con rapidez a Francia, uno de los países más poderosos del mundo en esa época. Para alcanzar la victoria el inteligente von Bismarck supo usar como arma a la ciencia. Los científicos no sólo consiguieron que el armamento prusiano fuera superior al de sus enemigos en el campo de batalla, entre otras muchas cosas sorprendentes, también realizaron los primeros cálculos logísticos que permitieron multiplicar por tres el valor de cada unidad de combate.

En 1888 subió al trono del imperio el Káiser Guillermo II. Su admiración por los avances científicos, que habían dado la victoria a Prusia, era incluso superior a la de von Bismarck, así que apoyó a la ciencia como nadie en el mundo lo había hecho hasta entonces. El pensamiento de Guillermo II quedó reflejado en una de sus frases: “Ni un solo día sin nuevas patentes del imperio alemán”.

Para principios del siglo XX la ciencia alemana era la más avanzada del planeta. Todo en Alemania estaba en movimiento. Era la época de las grandes empresas y se quería mostrar la sabiduría, la ciencia y los inventos alemanes al resto del mundo. El mercado internacional ansiaba los productos tecnológicos de Alemania, pues sólo ver el origen alemán de un aparato era una garantía de su calidad.

Automóvil impulsado por hélices, que se podía usar
tanto en la nieve como en las arenas del desierto
La demostración más popular de aquellos avances fue realizada por los dirigibles del conde Ferdinand Graf von Zeppelin, cuando volaron por las ciudades más importantes de Europa y América, asombrando al público con su grandiosidad. Muchos especialistas habían afirmado que los zeppelines jamás podrían volar, pero el Káiser valoró correctamente la inspiración del conde Zeppelin. Olvidando el escepticismo de sus consejeros le prestó su favor, otorgándole la medalla del Águila Negra y dándole el título de alemán del siglo. El pueblo también apoyaba de forma incondicional los avances que se estaban produciendo. Así, cuando el 5 de agosto de 1908, el dirigible LZ-4 fue destruido accidentalmente, y la amenaza de la ruina económica se cernía sobre el conde Zeppelin, se organizó una colecta por todo el país que reunió seis millones de marcos.

Otros adelantos científicos no eran tan espectaculares, pero su importancia resultaba radical para el futuro de la humanidad, y alcanzaban muy diversas áreas del saber. Los ejemplos son interminables, como el ultramicroscopio inventado por Henry F. W. Siedentopf y Ricarch Zsigmondy, de la firma Zeiss; la utilización de la electrolisis para obtener metales puros, descubierto por el químico Heinrich Wohlwill; o la impresión offset de Caspar Hermann. Quizá el ejemplo más llamativo de todos ellos es la publicación por parte de Albert Einstein, en 1905, de la teoría especial de la relatividad, que cambio radicalmente nuestro concepto sobre el universo.

Graf Zeppelin sobre Londres
Durante la Primera Guerra Mundial la ciencia alemana mostró su lado letal, resultando decisiva para mantener a Alemania en guerra frente a un enemigo muy superior en número, materias primas y medios industriales. No olvidemos que Alemania, pese a perder la guerra y sufrir, junto a sus países aliados, quince millones de bajas entre muertos y heridos, causo más de veintidós millones en el bando contrario.

Por ello, en el Tratado de Versalles, no sólo se intentó impedir el rearme de Alemania, también se quiso poner freno a la ciencia alemana. Fue prohibida la investigación de muchos temas, pero los científicos alemanes encaminaron sus esfuerzos hacia trabajos paralelos que no estuvieran vedados por los vencedores. Años después el resultado fue un nuevo paradigma, una tecnología sorprendente y tan alejada de la conocida, que en su tiempo parecía en verdad procedente de otro mundo. Se trabajó en cuestiones científicas aparentemente extravagantes para el resto de los países, o que incluso las habían descartado por creer que era imposible llevarlas a la práctica.

En el ámbito científico, el resultado de la Segunda Guerra Mundial fue similar al de la primera, aunque sumamente ampliado. Pero esta vez los avances tecnológicos alemanes terminaron en poder de los vencedores. Se ha calculado que los beneficios obtenidos, sólo por Estados Unidos, superaban cien mil veces a los gastos ocasionados por la guerra. No sólo se capturaron los grandes y llamativos descubrimientos en nuevas aleaciones, combustibles o armamento. Miles de "pequeñas" patentes desaparecieron de Europa resurgiendo después como hallazgos de los países vencedores.

El Viejo Continente sin sus mejores cerebros (contratados o capturados) y sin los resultados de sus científicos y técnicos, se sumergió en una verdadera época oscura. No sólo Alemania se vio privada de sus hallazgos. Italia, Polonia, Austria, Hungria, Checoslovaquia, Rumania o Bulgaria también se vieron de pronto sin el fruto de décadas de trabajo. Recordemos que el tema tratado principalmente en este libro, los platillos volantes, fueron en gran parte diseños de varios países europeos, no sólo de Alemania.

Arma individual infrarroja Vampyr, desarrollada secretamente en las instalaciones subterráneas del Harz, permitía a los soldados alemanes disparar en la oscuridad. Su visor era increíblemente sofisticado. Equipos más potentes se instalaron en carros de combate y transportes acorazados.
La visión nocturna no fue descubierta en la supuesta nave extraterrestre accidentada en Roswell,
Nuevo México, en 1947, tal y como afirman varios ufólogos
Cualquiera de estos “pequeños” inventos enriqueció de modo más que considerable a las empresas que los comercializaron. Existen multitud de estos casos de apropiación en todos los campos que podamos imaginar. Por ejemplo en el terreno médico hallamos el de la metadona. Todavía hoy su uso es imprescindible para la desintoxicación de ciertas drogas. Originalmente fue sintetizada por los químicos alemanes bajo el nombre de dolofina, como substituto de la morfina en su búsqueda por obtener un producto no adictivo.

Otro buen ejemplo, esta vez en el campo tecnológico, ocurrió con los sistemas de grabación de sonido. Tras la rendición, el capitán John Mullin capturó en Radio Frankfurt 1000 metros de cinta magnética con revestimiento férrico de la empresa que más tarde conoceríamos como BASF. Dos maquinas y 50 cintas de 20 minutos fueron enviadas a Estados Unidos. En 1946 Mullin realizó una demostración ante el Institute of Radio Engineers de San Francisco, y en junio del año siguiente vendió el magnetófono a Bing Crosby Enterprises, quien se encargó de popularizarlo. El invento europeo pasó a manos americanas sin necesidad de pagar derechos de patente.

Mientras se nos investigaban los grandes magnetófonos, el servicio secreto alemán ya usaba grabadoras de bolsillo durante la Segunda Guerra Mundial. Funcionaban con una pila y el micrófono estaba escondido en el reloj
No resulta extraño que el general de Gaulle, al segundo día de la liberación de su país, diera la orden de no entregar nada del material alemán que se encontraba en suelo francés a sus propios aliados, y que posteriormente Francia permaneciera aislada en muchos sentidos. La división de Europa en dos bloques y la alianza inglesa con Estados Unidos selló durante décadas el destino del continente.

En el campo de la aviación, el desconocimiento de los técnicos aliados era total en muchos aspectos básicos. El caso de Theodore von Kárman, considerado en esa época el mayor especialista aeronáutico de Estados Unidos, resulta quizá el más representativo de todos. El alemán Adolf Busemann presentó un artículo, durante las conferencias de Roma en 1935, sobre cómo superar la velocidad del sonido con el uso de alas en flecha. Las bromas de los escépticos especialistas se sucedieron en la sala, incluidas las de von Kárman. Sin embargo, en Alemania se consideró un gran hallazgo y se trabajó mucho en ellas. Tras la rendición los mejores teóricos y técnicos de Estados Unidos fueron llevados a Europa para evaluar el material capturado.

Entre ellos, como era de esperar, estaba von Karman. Cuando llegó al laboratorio de la Lutwaffe cerca de Brunswick encontró maquetas, gran cantidad de datos, las pruebas en el túnel de viento y a Busemann. Sólo la primera pregunta del especialista americano es una demostración del desconocimiento que se tenía sobre el adelanto alemán: "¿Qué es esto de la regresión de las alas?". Luego se intentaría justificar de varios modos la ignorancia de von Karman. De todas formas Busemann y sus trabajos viajaron a Estados Unidos.

Como vemos, el mundo aeronáutico no fue ninguna excepción y los gobiernos vencedores protegieron sus botines por todos los medios. Lo más sencillo fue contratar a los investigadores, y otorgar subvenciones a las empresas esperando que no reclamaran sus patentes. Si hacía falta se echaba mano al tema extraterrestre para desprestigiar cualquier incidente que pudiera mostrar la tecnología que se estaba usando. Así cuando una aeronave circular sufrió un accidente en el mar Báltico durante los años cincuenta, lo más práctico fue hacer correr el rumor de que era un platillo alienígena.

El famoso caza Me-262 fue la primera demostración práctica de las ventajas del ala en flecha. Woldemar Voigt las incluyó en el Projekt-1101 de Messerschmitt aumentando el ángulo considerablemente
Después de todo había funcionado a la perfección desde los tiempos de Kenneth Arnold. Si alguien veía un diseño desconocido de aeronave, los nuevos metales de propiedades impresionantes, los materiales cerámicos de increíble resistencia, los novedosos sistemas de guía infrarroja y óptica, los controles remotos, las gomas y pinturas antirradar, o alguna tecnología secreta y lo contaba, sería tomado por un "chalado de los hombres del espacio".

En los centros especiales como Lofer se desarrollaron tecnologías hoy relegadas al campo de los mitos que jamás existieron. El cañón sónico del doctor Richard Wallauscheck, o el cañón de aire comprimido son ejemplos de armas de gran tamaño. Pero también se trabajó en tecnologías insólitas, como el rayo láser, cuya existencia no se reconoció hasta los años sesenta, y que, sin embargo, llegó a ser incluido en el libro guía regalado a los turistas que visitaban la parte subterránea del centro de investigación situado en  Watten, localidad cercana a Calais, Francia. En 1993 todas las referencias a la investigación del láser habían desaparecido, así como tampoco se nombraba la experimentación nuclear y no se encontraba la descripción de las gigantescas instalaciones situadas a casi 80 metros bajo el suelo, según afirma el investigador Philip Henshall en su obra “Vengeance. Hitler's nuclear weapon fact or fiction?”

1 comentario:

  1. Hey, Mañes. ¿La granada de mano que desplegaba aletas a poco de ser despedida en el aire vpor la mano del soldado alemán para volar mejor y alcanzar mayor distancia contra el enemigo? No importa mucho, el articulo es bueno. Adelante.

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